Wrana Maria Panizzi
Del 25 al 27 de abril del 2002, se realizó en Porto Alegre, en la Universidad de Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), la III Cumbre Iberoamericana de Rectores de Universidades Públicas. - Tuvimos el honor de presidir ese encuentro, que reunió a dirigentes universitarios de 14 países y donde se discutieron temas de gran relevancia para el destino de nuestras universidades.
El encuentro realizado en Porto Alegre fue organizado por nuestra universidad, la Universidad de Federal do Rio Grande do Sul, por la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM) que hoy, con mucho honor, represento aquí, y por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (Cexeci), entidades dirigidas, respectivamente, por los colegas Jorge
Brovetto y Miguel Rojas Mix, cuyo esfuerzo fue decisivo para el éxito de la III Cumbre. El evento también tuvo el apoyo del Instituto Latinoamericano de Educación para el Desarrollo (Ilaedes), del Consejo Superior Universitario Centro Americano (Csuca) y de la Associacao Nacional de Dirigentes das Institucoes Federais de Ensino Superior (Andifes), entidad que congrega a las 52 instituciones públicas de enseñanza superior brasileñas.
Universidad y colaboración internacional
La realización de la III Cumbre, en Porto Alegre, evidentemente, no se constituye en un hecho aislado. Es parte de la naturaleza de la universidad -institución milenaria en algunos países, secular en otros- promover el debate y la reflexión. La universidad sabe que el debate académico y la investigación científica no conocen fronteras y, por eso, siempre valora el intercambio de experiencias, de profesores y alumnos a través de los hemisferios y de los continentes tanto en el dominio de la cultura, artes, técnicas, como en lo que se refiere a sus particularidades institucionales, gestión, financiamiento y rol en el proceso de desarrollo económico y social de nuestros países. La colaboración internacional, en resumen, es parte constitutiva no solamente de la idea de universidad, sino también de la propia historia de esa institución que se quiere universal, precisamente, porque tiene en el diálogo y en la cooperación solidaria entre los pueblos, la fuerza constitutiva de su identidad.
Sin embargo, no nos parece exagerado afirmar que vivimos un momento singular de esa historia, marcado en el proceso de “mundialización”, como denomina alguno, o por la globalización, como prefieren otros, que avanza ahora –en el sentido de apertura de las fronteras racionales- a la llamada “industria educacional”.
El encuentro realizado en Porto Alegre fue organizado por nuestra universidad, la Universidad de Federal do Rio Grande do Sul, por la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM) que hoy, con mucho honor, represento aquí, y por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Iberoamérica (Cexeci), entidades dirigidas, respectivamente, por los colegas Jorge
Brovetto y Miguel Rojas Mix, cuyo esfuerzo fue decisivo para el éxito de la III Cumbre. El evento también tuvo el apoyo del Instituto Latinoamericano de Educación para el Desarrollo (Ilaedes), del Consejo Superior Universitario Centro Americano (Csuca) y de la Associacao Nacional de Dirigentes das Institucoes Federais de Ensino Superior (Andifes), entidad que congrega a las 52 instituciones públicas de enseñanza superior brasileñas.
Universidad y colaboración internacional
La realización de la III Cumbre, en Porto Alegre, evidentemente, no se constituye en un hecho aislado. Es parte de la naturaleza de la universidad -institución milenaria en algunos países, secular en otros- promover el debate y la reflexión. La universidad sabe que el debate académico y la investigación científica no conocen fronteras y, por eso, siempre valora el intercambio de experiencias, de profesores y alumnos a través de los hemisferios y de los continentes tanto en el dominio de la cultura, artes, técnicas, como en lo que se refiere a sus particularidades institucionales, gestión, financiamiento y rol en el proceso de desarrollo económico y social de nuestros países. La colaboración internacional, en resumen, es parte constitutiva no solamente de la idea de universidad, sino también de la propia historia de esa institución que se quiere universal, precisamente, porque tiene en el diálogo y en la cooperación solidaria entre los pueblos, la fuerza constitutiva de su identidad.
Sin embargo, no nos parece exagerado afirmar que vivimos un momento singular de esa historia, marcado en el proceso de “mundialización”, como denomina alguno, o por la globalización, como prefieren otros, que avanza ahora –en el sentido de apertura de las fronteras racionales- a la llamada “industria educacional”.
La III Cumbre de Rectores de Universidades Públicas
“Universidad Pública: Educación y Desarrollo”: Esta fue la temática general de la III Cumbre, tratada, bajo diferentes ángulos, por nuestros tres principales conferencistas: Rodrigo Borja, que habló del tema “Educación, globalización y sociedad del conocimiento”; Juan Carlos Gottifredi, que presentó la conferencia titulada: “La universidad latinoamericana ante los desafíos del mundo actual”; y Marco Antonio Rodríguez Díaz, cuya conferencia tuvo como título una pregunta: “¿Educación Superior, bien social o servicio comercial regulado por la Organización Mundial del Comercio?”.
El tema general de la III Cumbre fue discutido por los participantes del encuentra no solamente en las tres conferencias. También fue tratado por cuatro grupos de trabajo, que se dedicaron al análisis de los temas: “Formación para el mundo del trabajo”, “Ciudadanía, cultura, ética e inclusión social”, Desarrollo social y económico” y “Cooperación internacional para el desarrollo”.
Sin embargo la cuestión que sin dudo centralizó la atención de los participantes del encuentro fue la propuesta de inclusión de la enseñanza superior entre los “servicios comerciales” reglamentados por la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el ámbito del acuerdo General sobre Comercio de Servicios (AGCS), tema de la conferencia de Marco Antonio Rodríguez Díaz.
No voy hacer aquí un resumen de los debates ocurridos durante la III Cumbre porque, con el objetivo de dar amplia divulgación a los diversos temas discutidos en aquel encuentro, nuestros colegas de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Silvia Maria Rocha y Carlos Alexander Netto, organizaron una publicación que brevemente estará disponible para todos ustedes, con el título: Universidade pública, educacao e desenvolvimento: relatos e reflexoes da III Cumbre.
Permítanme, sin embargo, presentar a ustedes un abreviado sumario de la conferencia dictada por Marco Antonio Rodrigues Dias, ex director de la División de Enseñanza Superior de la UNESCO, organizador de la Conferencia Mundial sobre Enseñanza Superior realizada en París en 1998 y, actualmente, asistente del rector de la Universidad de las Naciones Unidas.
Rodrigues Dias inicialmente recordó que, en abril de 1994, los estados miembros de la OMC aprobaron el AGCS, acuerdo que, como sabemos todos, se firmó con el propósito de 'liberar", en escala planetaria, el comercio de todos los tipos de servicios. El acuerdo estableció una sola excepción. No serían incluidos entre los servicios reglamentados por la OMC aquéllos suministrados en el ejercicio de la autoridad gubernamental y, en este contexto, no suministrados en base comercial.
En septiembre de 1998, en un documento entonces considerado "restricto”, el secretariado de la OMC defendía la tesis de que "... como permiten la existencia de proveedores privados en la educación, los gobiernos aceptan el principio que la educación, en especial la educación superior, puede ser tratado como servicio comercial y, por lo tanto, debe ser reglamentada en el cuadro de la OMC, tesis considerada por Rodrigues Dias como un "gran sofisma".
En octubre de 1999, el mismo secretariado de la OMC define formalmente los servicios reglamentados por el AGCS, e incluye entre ellos la educación. A partir del 2000, la OMC inicia negociaciones orientadas a la liberalización de los servicios educativos. Durante este mismo año, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda “... proponen a los otros países una apertura prácticamente sin límites de sus “mercados” a los proveedores oriundos de sus territorios y solicitan que toda la restricción a la acción de esos grupos por los gobiernos nacionales sea rechizada". Como nos muestra Rodrigues Dias, a pesar de que un país como Japón presentó serias restricciones a esas medidas, la movilización en favor de su adopción por el conjunto de los estados miembros de la OMC es grande. En definitiva, el proceso de transformación de la educación en servicio comercial está en curso, e incluso una fecha límite para cerrar las negociaciones ya esta acordada: enero del 2005.
El texto Integral de la conferencia de Marco Antonio Rodríguez Dias está publicado en un libro que editamos a solicitud de los organizadores de la III Cumbre y que trae el título Universidade, um lugar fora do poder. Pensamos que el trabajo de este autor, por las informaciones que contiene, debe ser ampliamente divulgado, entre otras razones, porque el tema jamás fue discutido de manera profunda en Brasil y, creemos, que tampoco en otros países latinoamericanos.
Lo que está en juego
Las universidades, como dije antes, saben que el debate académico y la investigación científica no conocen fronteras. Sin embargo, debido a la iniciativa de la OMC, están frente a un desafío de otra naturaleza. No está en cuestión, en este caso, la formación de redes de investigación, la movilidad docente y estudiantil u otras formas de intercambio científico y cultural siempre valoradas por nosotros. Lo que está en cuestión, y lo que interesa a muchos en casi todos los países del mundo, es el destino mismo del conocimiento como patrimonio social y de la educación como bien público.
Subyacentes a la iniciativa de la QMC están en juego, por lo tanto, además de la concepción de universidad, nuestras convicciones acerca de la importancia de la investigación para la enseñanza superior y del rol de la colaboración internacional para las universidades, incluso de su papel para el desarrollo social y económico de nuestros pueblos y para la afirmación de nuestras identidades culturales. La iniciativa de la OMC contraría todo lo que construimos pacientemente, en los últimos años, en diferentes foros internacionales.
La internacionalización del debate sobre la universidad
Como sabemos, la internacionalización del debate sobre la universidad tiene como marco fundamental la Conferencia Mundial sobre Enseñanza Superior realizada en París en octubre de 199s, bajo los auspicios de la UNESCO. En aquella ocasión, en la Declaración de París, definimos una amplia agenda de cuestiones y firmamos nuestros compromisos con el conocimiento como patrimonio social, con la educación como servicio público, con la calidad, la libertad y la autonomía académicas, con Ia diversidad cultural, con la investigación como (actor esencial para la progresión del conocimiento, con la cooperación internacional, con la busca de pertinencia entre la educación y las demandas sociales. Esos compromisos fueron posteriormente retomados por la comunidad universitaria en diferentes partes del mundo. Así lo hicimos en noviembre de 1998, en reunión organizada por la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo, en Córdoba, cuna del modelo universitario latinoamericano, cuando celebramos los 80 años del Manifiesto de Córdoba y los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos del hombre, que consagró la educación como uno de los más importantes derechos humanos. En febrero de 1999, en Cáceres, España, en reunión organizada por el Centro Extremeño de Estudios y Cooperación con Ibero América, reiteramos, por medio de la Declaración de Extremadura, los compromisos asumidos en París, afirmando que la educación es estratégica para el desarrollo de las naciones, que la educación es derecho de todos, y es deber del Estado.
Las repercusiones de la Declaración de París, para nosotros, los iberoamencanos, no se agotaron ahí. En agosto de 1999, cuando se realizó la I Cumbre en la Universidad de Santiago de Chile, tratamos acerca del papel de las universidades públicas en el nuevo milenio y analizamos las estructuras de financiamiento y desarrollo de la educación en el mundo globalizado. En la I Cumbre, en el documento conocido como Acuerdo de Santiago, definimos nuestro concepto de universidad pública y cabe aquí recordarlo: "Lo público es lo que Pertenece a todo el pueblo. La universidad pública es la que pertenece a la ciudadanía y está al servicio del bien común. En octubre del 2000, en la II Cumbre, realizada en Buenos Aires, tratamos del rol de la universidad pública en la construcción de un proyecto social nacional y reafirmamos los compromisos de París en la Declaración de Buenos Aires.
En todos esos encuentros se estableció un amplio consenso sobre la importancia de la educación, la ciencia y la tecnología para el desarrollo económico de las naciones. Más importante que ello, se consolidó la visión de que, además, las universidades también tienen extraordinaria importancia para nuestras sociedades como lugar de diversidad cultural y pluralidad ideológica; del debate y del diálogo que juntos construyen sujetos y colectividades y de la crítica comprometida con la ética, que busca ser verdadera y justa. Es nuestra convicción que la construcción de ese lugar, que un día Roland Barthes definió como “... un lugar que se puede decir fuera del poder", está seriamente amenizada por la iniciativa de la OMC.
Una amenaza a nuestra concepción de universidad
En la III Cumbre, realiza da en Porto Alegre, igualmente retomamos los compromisos inscritos en la Declaración de París, aprobada por más de 180 países. Cabe aquí citar un trecho del documento firmado en Porto Alegre: …los académicos iberoamericanos, aquí reunidos, reafirmando los compromisos asumidos por los gobiernos y por la comunidad académica Internacional en octubre de 1998, en París, en la Conferencia Mundial de Educación Superior, considerando la educación superior como un bien público, ( ... ) requieren a los gobiernos de sus respectivos países que no suscriban ningún compromiso en esta materia en el marco del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios de la OMC.
Nuestra visión del problema, visión compartida por los colegas de la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo, es la de que la comunidad académica iberoamericana, con base en los compromisos firmados por nuestros dirigentes políticos en París, debe movilizarse contra la propuesta de comercialización de la educación defendida por la OMC, porque ella es una amenaza a nuestra concepción de universidad. Sin embargo, esa movilización no debe sustentarse simplemente en la 'denuncia". Creemos que la posición de nuestras universidades será más legítima si, al mismo tiempo, lograran conquistar el apoyo de la sociedad a través de la demostración de su importancia social.
Hoy, casi todos parecen estar de acuerdo con que la ciencia, la tecnología, el conocimiento, la educación, son estratégicos para el desarrollo económico de las naciones. En otras palabras, cuanto más una nación invierte en investigación y enseñanza superior, más riqueza material produce para el bienestar de su pueblo. Sin embargo, ésta es solamente una cara de la misión de la universidad. La otra y tal vez más relevante, es que, en un mundo marcado por tantos conflictos, por la desigualdad creciente, por catástrofes; ambientales y por la inseguridad, la universidad tiene un papel mucho mayor como lugar de convivencia, pluralidad cultural e ideológica, libre reflexión, debate y diálogo que construyen los sujetos y las colectividades, como heredera y agente de renovación del proceso civilizador. De este proceso que un día alguien imaginó significar la construcción de sociedades cada vez más fraternas y solidarias, de este proceso que los iluministas un dia imaginaron fuera la gran contribución de la razón y del conocimiento para la humanidad y que requiere también, como sabemos hoy, la contribución de la sensibilidad.
Pienso, entonces, que debemos reafirmar siempre que se nos presente la oportunidad, nuestro entendimiento del conocimiento como patrimonio social y de la enseñanza como bien público y no como servicio a ser comercializado, tema que hoy se presenta muchas veces bajo la máscara de una supuesta valoración de la educación. Para nosotros, la universidad solamente tiene sentido como una construcción colectiva perdurable, que no cede a la tentación de lo espectacular, de lo efímero, como lugar de la producción de una riqueza cada vez más escasa, la riqueza moral, la riqueza de valores, la riqueza de la convivencia y del diálogo, la riqueza de la crítica y de la ética.
Creo, pues, que la legitimidad de nuestras posiciones, propuestas y reivindicaciones debe ser demostrada no solamente a través de los números, sino principalmente a través del esclarecimiento de la importancia social y estratégica de la universidad para la sociedad. No tengo dudas de que si hacemos esa demostración, la sociedad no vacilará en apoyarnos y exigirá políticas públicas que cumplan con nuestras demandas de financiamiento y necesidades de crecimiento, como con otras, formuladas por la misma sociedad.
Finalmente, frente a la iniciativa de In OMC, el futuro de nuestras universidades públicas -y de la enseñanza superior, en general- no puede ser analizado y comprendido sin tomar en consideración la internacionalización de los “servicios educacionales". Ese debate no puede restringirse al intramuros universitario. Es nuestra esperanza que la gravedad del tema sensibilice no solamente a estudiantes, profesores y dirigentes de nuestras universidades y otras instituciones de enseñanza superior, sino también a gobernantes, parlamentarios, empresarios y todos los ciudadanos comprometidos en la construcción de una sociedad más justa fraterna e igualitaria.