INTRODUCCIÓN
En el presente artículo titulado “Impulso de la investigación científica en la Universidad Peruana del siglo XXI”, pretende realizar un enfoque objetivo de las herramientas que son indispensables para que en nuestra Universidad Peruana se impulse la investigación científica, inmersos como estamos en este siglo XXI denominado “sociedad del conocimiento”, donde la posibilidad de crear riqueza y de mejorar la calidad de vida depende, cada vez más, de la capacidad de generar, incorporar, utilizar y dispersar conocimientos científicos y tecnológicos.
En el Perú, la mayoría de las universidades públicas y privadas muy poco investigan o producen nuevos conocimientos. Se dedican más a la vulgarización del conocimiento científico. Sin embargo, según la ley universitaria 23733, la investigación científica es una de sus principales funciones.
Por tal razón considero importante dentro de este contexto, que los aportes de la Universidad son de gran transcendencia siempre y cuando se impulse de manera decisiva de repente desde un plan o programa nacional, las estrategias para que sean efectivas nuestra Universidades en este nuevo siglo, teniendo como objetivo final ser generadora de conocimientos y no sólo usuarios de éste.
Los expertos aseguran que la educación del siglo XXI será irreconocible a los ojos del siglo XX. Lo seguro y cierto es que a la primera le quedan dos grandes desafíos por delante: resolver los problemas inconclusos del siglo XX y responder a los retos de la realidad del nuevo siglo.
I . INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y UNIVERSIDAD
Como es por todos sabido estamos inmersos en la “sociedad del conocimiento”, donde la posibilidad de crear riqueza y de mejorar la calidad de la vida depende, cada vez más, de la capacidad de generar, incorporar, utilizar y dispersar conocimientos científicos y tecnológicos.
En el Perú, la mayoría de las universidades públicas y privadas muy poco investigan o producen nuevos conocimientos. Se dedican más a la vulgarización del conocimiento científico. Sin embargo, según la ley universitaria 23733, la investigación científica es una de sus principales funciones.
LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA
La mayor parte de la formación universitaria de pre-grado se desarrolla con lecturas parciales de textos o de manuales o de informaciones extraídas de la Internet sin el menor estudio analítico y crítico.
Los estudiantes universitarios no son capacitados, de manera rigurosa y responsable, en los métodos y técnicas de la investigación desde la Academia Pre Universitaria hasta la culminación de la carrera profesional.
Las autoridades académicas se contentan si el plan curricular incluye uno, dos o tres asignaturas de investigación científica, en cuyo desarrollo se incide más en la parte teórica que en la práctica de la investigación.
Hay cierto exceso de contenidos y de asignaturas en los planes de estudio de las diversas carreras profesionales que nos les da tiempo a los estudiantes para dedicarse a la búsqueda de nuevos conocimientos.
Cabe destacar la existencia de centenares de tesis en las diferentes carreras profesionales pero que, lamentablemente, están casi apolillándose en las bibliotecas, muy poco o casi nada contribuyen a la solución de los problemas educacionales y del desarrollo del país.
CARENCIA DE POLITICA DE INVESTIGACIÓN
Sin embargo a la fecha se carece de una política general de investigación científica y tecnológica a nivel de educación superior; hay deficiencias y limitaciones en el uso de metodologías e instrumentos válidos y confiables; pocas son las universidades que hacen un seguimiento permanente de la aplicación de los resultados de las investigaciones que efectúan los docentes y estudiantes en las diversas Facultades y carreras profesionales; un alto porcentaje de docentes universitarios no están capacitados y actualizados para la tarea de investigación científica y no dominan los métodos, las técnicas y los procedimientos de la investigación científica.
POCOS DOCENTES QUE INVESTIGAN
La universidad tiene la misión social de generar Ciencia, Tecnología e Innovación a través de la Investigación Científica. La Ley Universitaria 23733 reconoce la categoría de profesor investigador a aquellos que por su excelencia académico-profesional (categoría extraordinaria) y sujeto a un régimen especial, participan en la conducción de proyectos de investigación, pudiendo haber sido o no profesores ordinarios de la Universidad y encontrarse o no en condiciones de cesante o jubilado.
Actualmente las universidades cuentan con muy pocos docentes dedicados a la investigación, y en la mayoría de los casos el tiempo dedicado es muy limitado. La mayoría de nuestros docentes universitarios no tienen interés en motivar el desarrollo de investigaciones entre sus estudiantes, son pocos los que están genuinamente interesados en asesorarlos en la ejecución de proyectos de investigación para obtener los títulos profesionales. Esto explica que en algunas universidades cursos como Metodología de la Investigación o Seminarios de Tesis, no concluyan en informes de proyecto de investigación o tesis, requisito fundamental para acceder al respectivo título profesional por lo que los egresados recurren a otras formas para obtener los mismos»
INVESTIGACIONES POCO DESARROLLADAS Y EN RETROCESO
Cecilia Thorne señala que “Las investigaciones están poco desarrolladas o son casi inexistentes en las universidades peruanas. Sólo la mitad de los docentes ha realizado algún tipo de investigación, siendo el promedio de 2.4 investigaciones por profesor en un período de cinco años” (C. Thorne, “La calidad de la educación universitaria y el caso peruano”, en “La Universidad que el Perú necesita”, Foro Educativo-Consorcio de Universidades, Lima, 2001).
El doctor Carlos Bustamante Monteverde, miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos y Profesor Honorario de la UNMSM, al participar como expositor en el XI Encuentro Científico Internacional de Verano manifestó enfáticamente: “Yo creo que el Perú ha retrocedido en los últimos 30 años en términos de investigación y desarrollo. Nuestro país en los años 50 y 60 tenía una apuesta por la investigación y el desarrollo; sin embargo ahora ha ido perdiendo cada vez más esa capacidad. Nuestras universidades son en realidad institutos de enseñanza, no son propiamente universidades en el sentido cabal de la palabra…”.
Otro de los aspectos negativos es la baja producción intelectual y científica promedio que se observa en las universidades. Se dice, por ejemplo, que no son más de diez (10) de las 84 existentes que publican investigaciones y difunden tecnologías demandadas por la sociedad peruana, y esto en cierta medida se explica por la existencia de un bajo porcentaje de docentes universitarios (15 a 20 %) que poseen los grados académicos de Maestro o de Doctor.
CARENCIA DE TEORÍA PEDAGÓGICA CON UN PRESUPUESTO IRRISORIO
“En el Perú no existe una teoría que plantee retos para la afirmación de una educación coherente con la realidad pluricultural y multilingüe del país. La falta de investigaciones etnolingüísticas, de un sólido estudio de la realidad, ha conllevado a la asimilación acrítica y aplicación ciega de las tendencias y teorías surgidas en otros contextos culturales totalmente distintos a nuestra realidad, por ello éstas merecen ser interpretadas con profundidad y sometidas a un juicio crítico. Existe la necesidad de conformar una pedagogía específica que incluye la reflexión sobre la práctica. La falta de formación y reflexión pedagógica ha conducido al docente a la acomodación sumisa ante las exigencias externas” afirma la doctora Rosa Cervantes Palacios en su artículo “Reflexiones en torno a la concepción pedagógica en el Perú” (REVISTA del Colegio de Doctores en Educación del Perú, Año III, Nº 3, Lima, julio 1999).
El presupuesto asignado por los gobiernos de turno para investigación científica y tecnológica es muy bajo: en 1999 destinó US$ 42 millones de dólares, de los cuales correspondieron el 30 % a las universidades, el 42 % a las empresas y el 28 % a instituciones de ciencia y tecnología.
El Presidente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Benjamín Marticorena, señala que el presupuesto fiscal para actividades de investigación y desarrollo fue de sólo US$ 35 millones de dólares americanos en el 2003, en tanto que en el año 1980 era de US$ 100 millones de dólares americanos; expresando que esa baja presupuestal ha desalentado el trabajo científico y ha propiciado la disgregación de los grupos de investigadores existentes en las universidades y en los institutos de investigación (Conferencia “El financiamiento de la educación superior en el Perú” de José Raúl González de la Cuba, en el Seminario “Educación Superior Universitaria en el Perú”, Lima, 22 y 23 de julio 2004, organizado por la Asamblea Nacional de Rectores y el Instituto de Educación Superior para América Latina y el Caribe).
Referente a la producción científico-tecnológica y transferencia de conocimiento que se realiza en las universidades, la doctora Castro Ramos, precisa que «Una de las funciones básicas de la universidad es la investigación y la producción científica. Pese a ello en el Perú el número de investigaciones es relativamente reducido y la transferencia de sus resultados en aplicaciones concretas es menor aún. La falta de recursos económicos y físicos y la falta de voluntad de los profesores universitarios por realizar investigaciones agravan el problema…» (Op.cit., p.32).
II. ELEMENTO VITAL PARA LA UNIVERSIDAD: INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
He tomado parte de un artículo del docente de la Universidad San Martín de Porres, Ronald Maraví Zegarra, pues me pareció de excelente calidad sus aportes y análisis que hace sobre las universidades que no investigan haciendo un paralelo magistral y comparándolas con las enfermedades asintomáticas.
El nos dice: “Las peores enfermedades, las más peligrosas y letales son las asintomáticas. Aquellas que, a pesar de estar presentes en nuestro organismo, no se manifiestan sino cuando ya es tarde. Coexistimos con la enfermedad pero no nos damos cuenta”.
“La universidad que no investiga sufre de una enfermedad asintomática. Al igual que el resto de enfermedades de esta naturaleza, solo un examen detenido puede hacernos ver qué ocurre más allá de lo epidérmico. En virtud de esto, no solamente se podrá constatar que son pocos los que elaboran un trabajo de investigación para graduarse; sino, también, tras minuciosa evaluación, probablemente encontremos otras cosas menos palmarias, pero no menos importantes”.
“Como el que investiga está obligado a enterarse de los nuevos conocimientos, probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los profesores no han leído o, peor aún, no conocen el estado del arte en su respectiva especialidad (tengamos en cuenta que el estado del arte no es lo que dice el autor de moda, ni lo que está escrito, necesariamente, en el último best seller; que todos nos apuramos en comprar y, principalmente, mostrar). Probablemente encontremos en la universidad que no investiga, que la mayor preocupación está en pronunciar correctamente los extranjerismos recién llegados: coaching, mentoring, e-learning, balance scorecard y otros tantos; en lugar de preocuparse en verificar si las ideas que estos terminejos rotulan son realmente originales”.
“Como el que investiga debe tener siempre una actitud crítica, tanto con el conocimiento vigente como con los recientes hallazgos; probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los alumnos de últimos ciclos solo reproducen, jamás cuestionan. Sólo hacen preguntas, jamás debaten. Probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los profesores califican, con su actitud, de hereje o sacrílego al alumno que se atreve a discutir su opinión (la que por cierto muchas veces solo es eco de lo dicho por la vaca sagrada de turno)”.
“Como el que investiga necesita mantenerse actualizado; probablemente encontremos en la universidad que no investiga que su biblioteca carece de revistas científicas. Como el que investiga necesita exponer ante la comunidad científica sus hallazgos, probablemente encontremos en la universidad que no investiga publicaciones de poco valor. Probablemente encontremos que sus egresados no son capaces de escribir aceptablemente. Probablemente encontremos que los eventos científicos (mesas redondas, simposios, seminarios, debates, etcétera) nunca se realizan. Como el que investiga lo hace en un contexto social determinado, probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los conocimientos que se transmiten se han generado observando otras realidades. Diferentes a la propia, y que, en tal sentido, devienen, muchas veces, inaplicables; teórica y tecnológicamente. Como el que investiga lo hace en un contexto social determinado, probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los conocimientos que se transmiten se han generado observando otras realidades. Diferentes a la propia, y que, en tal sentido, devienen, muchas veces, inaplicables; teórica y tecnológicamente. Como el que investiga ha internalizado que en ciencia no existe la infalibilidad y, como consecuencia, ha desarrollado su capacidad creadora; probablemente encontremos en la universidad que no investiga que sus egresados, al ejercer la profesión, son incapaces de pensar, frente a nuevos desafíos, en caminos o estrategias alternas. Como el que investiga ocupa gran parte de su tiempo en el estudio y la reflexión, probablemente en la universidad que no investiga haya quienes califiquen la investigación como una actividad improductiva y, en consecuencia, le destinen pocos recursos”.
Todas estas manifestaciones –y muchas más- no son lo suficientemente evidentes. Es necesario, un detenido examen. Si nos percatarnos tarde de ellas solo comprobaremos la metástasis de la que somos víctimas.
Es imposible que la universidad que no investiga concrete su misión. Una formación profesional de calidad no puede carecer de las competencias que solo se ganan cuando se investiga permanentemente. Por ello, es errado creer que con solo promover la elaboración de tesis el problema está solucionado. Como también es un error asumir que la escasa investigación se debe a que hay pocas tesis. Este ni siquiera es el aspecto más importante. Que sean pocas las tesis no es causa de nada pero sí consecuencia de todo. La universidad que no investiga no puede esperar que existan muchas tesis. Y de las pocas que hay no puede esperar que sean brillantes. No se puede pedir peros al olmo. No podemos exigir a quien se le llamó exitoso por correr cien metros planos en veinte segundos, que, de la noche a la mañana, corra esa misma distancia pero a la mitad del tiempo. No podemos exigir a un estudiante que en 4000 horas nunca investigó seriamente que, ahora, luche por el Nóbel.
Si queremos que los egresados de la universidad cuenten con las competencias que el trabajo investigativo permite desarrollar, vale decir: actitud crítica y autocrítica, creatividad, capacidad analítica, capacidad para acopiar, procesar e interpretar información teórica y empírica; capacidad de síntesis, capacidad de escucha, capacidad de expresión oral y escrita; es necesario que la investigación sea norma y no excepción. Que se investigue en todos los niveles: horizontal y verticalmente, alumnos y profesores.
Si la universidad deja de investigar difícilmente conseguirá que sus egresados demuestren esas competencias. Si la investigación solo se limita a la realización de tesis, esto más que un indicador de cuánto se produce científicamente será el mejor testimonio de lo que le pasa a las universidades que no investigan.
Nadie exige que los egresados sean científicos. Pero sí que tengan actitud científica. El científico es el que ocupa gran parte de su tiempo en tratar de conocer la realidad y de proponer formas de adaptación o modificación de la misma.
III. PASOS PARA IMPULSAR LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA EN LAS UNIVERSIDADES PERUANAS EN ESTE NUEVO SIGLO
El objetivo final de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación es, además de convertirnos en generadores de conocimiento, y no sólo usuarios de éste, tener un impacto en el desarrollo y el crecimiento económico del país. Esta es una meta urgente, pero de largo alcance, por lo cual, es de importancia capital que nos propongamos articular las grandes orientaciones científicas y definir los mecanismos que permitan la coherencia e integración entre los objetivos y los medios disponibles, i.e, contribuir a la organización y a la estructuración de la investigación en macro propósitos, insertados en los planes del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología. Es indispensable, impulsar una investigación dinámica, pues sólo a través de ésta contaremos con la herramienta adecuada para comprender y explicar correctamente nuestros problemas (de productividad, de ambiente, de salud y de educación, entre otros), y que nos permita identificar las intervenciones necesarias y más efectivas para formular las estrategias que puedan concretarse en planes y programas nacionales.
En ese contexto, los aportes de la Universidad serán de la mayor trascendencia, pero ésta debe dar los pasos apropiados para poder llevar a cabo, uno de sus desafíos más importantes. Entre las acciones vinculadas a la Universidad que se deben entablar para lograr estos objetivos se debería:
- Multiplicar las becas en ciencia y tecnología en el extranjero.
- Financiar asociaciones de investigación (academia) y asociaciones tecnológicas (productivas), con el compromiso de la empresa privada, además del compromiso del Estado.
- Destinar recursos para la creación de consorcios regionales y nacionales, para fortalecer los centros de excelencia, con el objetivo que su experiencia sea llevada a todo el país.
- Potenciar los programas de cooperación internacional,
- Generar planes de repatriación de investigadores peruanos en el extranjero,
- Participar en la generación de proyectos como parques tecnológicas e incubadoras de empresas,
- Incluir en la currícula la gestión de la ciencia y tecnología,
- Incentivar la investigación aplicada al desarrollo
También sería importante un programa de equipamiento en áreas, como por ejemplo en la de las ciencias biomédicas, donde tenemos claras ventajas competitivas, a saber: (1) para el desarrollo industrial: equipo diagnóstico biomédico de bajo costo. (2) para el desarrollo de la innovación biomédica: herramientas diagnósticas, prevención y control de enfermedades endémicas, (3) para desarrollo sostenible: bioremediación, ecotoxicología, sustancias biodegradables, principios farmacológicamente activos de plantas medicinales autóctonas, censos de biodiversidad y reproducción adecuada de especies animales endémicas.
La asignación de los fondos estatales a las universidades estatales no debe ser ciega. Debe segmentarse de modo que se priorice la inversión en facultades que producen los académicos y profesionales que el Perú más requiere en función de sus políticas de desarrollo y los niveles de saturación del mercado laboral. Asimismo, crear fondos concursables de mayor envergadura para investigaciones de modo que los investigadores más serios y relevantes para el país, reciban dinero para llevar a cabo sus trabajos.
Otro aspecto se refiere, a que si bien en la historia de las universidades, el activo de mayor importancia, considerado como el de mayor generación de valor económico, ha sido el activo tangible (como terrenos, edificios, salones de clases, laboratorios, sedes, entre otros). Ahora, el futuro presenta un escenario diferente. El activo intangible será, sin duda, el de mayor importancia y al que debemos darle mayor apoyo.
Las Universidades han crecido principalmente mediante la inversión constante en activos tangibles. Pero, la manera como las universidades en los países más avanzados están enfrentando hoy día estos retos, es mediante la ejecución de estrategias académico‐administrativas apoyadas en una combinación, tanto de activos tangibles como intangibles. Es por ello que hoy día estamos empezando a ver como un nuevo tipo de activo intangible, el tecnológico, está empezando a cobrar importancia dentro de estas estrategias académico‐administrativas y del estado económico de las universidades.
Hablar de intangible tecnológicos significa referirse a todos aquellos sistemas, servicios y programas que la institución requiere para realizar mejoras en las eficiencias de los procesos, para la creación de nuevos servicios, para reemplazar viejos sistemas, para automatización de procesos, entre muchas otras razones. Estos activos intangibles tecnológicos van desde un simple sistema de portal, hasta un complejo sistema de gestión académica y administrativa. Independientemente de cuál sea la modalidad de dotación, bien sea por desarrollo interno o por outsourcing (adquisición de productos y/o servicios) de activos tecnológicos, las universidades deberán construir su futuro al invertir en este tipo de activo; tal como lo hicieron hasta ahora al invertir en los activos tangibles.
Los activos tecnológicos son los que permiten generar “puentes virtuales” entre los activos tecnológicos existentes internos y externos a la institución a la vez que sientan las bases de la fundación para el desarrollo y nuevo crecimiento de la casa de estudios del futuro, una casa de estudios con presencia local pero con alcance mundial. Todo lo cual se traduce en una mayor generación y transmisión de datos, tanto dentro de la institución como fuera; trabajo que sería imposible de realizar sin la ayuda de la tecnología.
A nivel macro, existe una conexión muy clara entre potencial de crecimiento y desarrollo, y el gasto que los países realizan en investigación en ciencia, tecnología e innovación. La experiencia internacional señala que, por cada punto de crecimiento existe, al menos, un 20% de ese punto que está asociado al gasto que se ha hecho en el pasado en investigación y desarrollo, y que tiene que ver con el efecto que este gasto tiene en términos de una mayor sofisticación en la elaboración de productos donde existen ventajas competitivas, y de un mayor potencial generador de empleo. Es quizás por eso que en los países desarrollados la proporción que tiene el gasto en investigación y desarrollo, en relación al producto de la economía, es entre un 2,5% y un 4%. Es una experiencia repetida y conocida que ese potencial de crecimiento se acelera en la medida que el gasto en investigación y desarrollo se amplía. Japón, por ejemplo, ha enfrentado en los últimos años una situación económica difícil. Sin embargo, no redujo la proporción del producto dedicado al gasto en investigación, sino que la aumentó con una clara percepción de los efectos que debe tener ese gasto, en términos de sostener a la economía y de facilitar un mayor potencial para salir de la situación recesiva.
En la actualidad se ofrecen aproximadamente 495 programas de maestrías y 74 programas de doctorados en el Perú, pero estas cifras podrían darnos una idea equivocada de la realidad, sobre lo que representan en investigación, pues el porcentaje estimado de graduados, i.e., de los que llevan a cabo y terminan un trabajo de investigación, es tan sólo de 5 a 10%. En general, los programas de postgrado al no sustentarse en investigaciones, manejan programas demasiado escolarizados. La proliferación de universidades, Institutos Profesionales, Centros de formación técnica, sedes, carreras, programas especiales de titulación, hace cada día más necesario tener muy claras las bases conceptuales de la producción de conocimiento y contar con un sistema de regulación que garantice la calidad y el resguardo de la fe pública en los programas de postgrado.
El problema de la falta de bases conceptuales y de regulación compromete a todo el Sistema de Educación Superior. No se trata de un rechazo absoluto a que las Universidades creen actividades académicas no tradicionales. Lo que no podemos eludir como país, es la responsabilidad frente a la oferta de carreras o programas en cualquier lugar del país, y en condiciones que difícilmente se pueda pensar que existe una preocupación por la excelencia y calidad de lo que allí se ofrece. En el ámbito de la educación, no puede ser sólo el mercado quien regule su funcionamiento en nuestro país, pues ésta situación afecta directamente a profesionales de tanta sensibilidad social como son las carreras del área de la salud, o de la propia educación. No es fantasioso elucubrar, por ejemplo, si se podrían haber evitado algunos de los problemas que conocemos hoy en nuestro país, con una mayor preocupación pública por la regulación de la educación y por el apoyo a la investigación en ciencia y tecnología.
Nuestra situación, con un gasto de menos de 0.5% del producto en investigación, nos coloca, bastante lejos de los países a los cuales queremos parecernos, con los cuales queremos competir. Desgraciadamente en el Perú, en materia de decisiones financieras macroeconómicas, existe una visión de corto plazo y, en consecuencia, lo urgente siempre acaba desplazando a lo importante.
Mientras que en 1999 en Estados Unidos se invirtió un poco más de US$900 por habitante en I+D (investigación y desarrollo) con un PBI/cápita cercano a los US$30 000, en el Perú se invirtieron US$ 1.65 por habitante en I+D con un PBI/cápita de US$2 600. Estas cifras nos colocan entre los que menos invierten en I+D en América Latina y el Caribe, resulta unas 17‐19 veces menos, comparadas con los de Chile, Costa Rica, situándonos al nivel de Nicaragua y El Salvador.
En el Perú, a principios del siglo XX, existía el nacionalismo científico encarnado por expertos locales que sostenían ser quienes debían interpretar nuestra realidad, no necesariamente comprensible para investigadores extranjeros. Este estilo de hacer ciencia cambió a fines del siglo XX por la masificación del número de estudiantes universitarios y posteriormente por los vaivenes políticos. Desde entonces, los problemas que enfrentaba siempre la ciencia peruana se intensificaron: la poca estima cultural por la investigación, la precaria profesionalización de los investigadores, la inmigración al exterior de científicos formados localmente, la falta de continuidad de las instituciones y publicaciones periódicas, y la indiferencia de los gobernantes y empresarios. Hoy en día superar estos problemas es nuestra principal tarea pendiente.
CONCLUSIONES En el Perú, la mayoría de las universidades públicas y privadas muy poco investigan o producen nuevos conocimientos. Se dedican más a la vulgarización del conocimiento científico. Sin embargo, según la ley universitaria 23733, la investigación científica es una de sus principales funciones.
Los estudiantes universitarios no son capacitados, de manera rigurosa y responsable, en los métodos y técnicas de la investigación desde la Academia Pre Universitaria hasta la culminación de la carrera profesional
Una formación profesional de calidad no puede carecer de las competencias que solo se ganan cuando se investiga permanentemente.
Como el que investiga lo hace en un contexto social determinado, probablemente encontremos en la universidad que no investiga que los conocimientos que se transmiten se han generado observando otras realidades. Diferentes a la propia, y que, en tal sentido, devienen, muchas veces, inaplicables; teórica y tecnológicamente.
La educación superior se imparte en instituciones como escuelas, institutos y universidades. Las tres tienen la misma jerarquía. Para acceder a las tres hay que haber sido buen estudiante y hay que tener la aptitud requerida. Si el mundo ha progresado tecnológicamente, obligación de todo gobernante es asegurar que el sistema educativo oriente, desde los momentos escolares, la inquietud por el mundo científico-tecnológico. Hay que despertar en el alumno el interés por los trabajos científicos de todo orden (y la preocupación ecológica nos alerta), tratando de que abra su interés al mundo de la creación y la investigación. Antes que la memoria, hay que estimular el talento.
Entre las acciones vinculadas a la Universidad que se deben entablar para lograr una mayor cobertura de investigación científica, se debería multiplicar las becas en ciencia y tecnología en el extranjero, Financiar asociaciones de investigación (academia) y asociaciones tecnológicas (productivas), con el compromiso de la empresa privada, además del compromiso del Estado, destinar recursos para la creación de consorcios regionales y nacionales, para fortalecer los centros de excelencia, con el objetivo que su experiencia sea llevada a todo el país, potenciar los programas de cooperación internacional y se debe incluir en la currícula la gestión de la ciencia y tecnología, al igual incentivar la investigación aplicada al desarrollo.
BIBLIOGRAFÍA